Cuando había decidido aparcar en la salita de espera mi pasión por el arte de la interpretación de la gran pantalla, en cierta medida por saturación y de otra parte por disponer de tiempo libre, lo que ha propiciado que tome las pulsaciones a unas calles almerienses que dejé abandonadas hace más de dos años.
Aparece ante mis ojos una película realmente hermosa.
Utilizando la comedia sutil, se enmascara una realidad dramática que envuelve a la Argentina desde hace unos cuantos lustros, con algo lejano hace pocos años pero cotidiano a día de hoy en España, la crisis económica.
Tomando como punto de partida el momento más álgido de un pequeño club social de Avellaneda, Campanella nos hace reflexionar, apoyado en el paso del tiempo, sobre lo que fue y lo que es.
Sobre temas profundos como la lucha feroz entre la integridad y la realidad capitalista.
Entre el romanticismo y el dinero que todo lo puede, o quizás no??
Sobre la identidad que se pierde en una sociedad injusta, siendo un hombre justo.
Sobre lo que ha propiciado el sistema sobre el que en estos momentos nos sustentamos.
Todo ésto no tendría tan meridiano calado sin las soberbias interpretaciones de Ricardo Darín, un auténtico monstruo delante de las cámaras y su compañero de andanzas, el "sanchopanza", Eduardo Blanco, cuyos personajes son absolutamente delirantes.
Una película en consecuencia, tanto para disfrutar, como para reflexionar en el caso de que se quiera rasgar el tronco y llegar hasta la sabia del árbol.
